Anuncio del XVIII Capítulo general, hna. Asunción Codes stj

ANUNCIO DEL XVIII CAPÍTULO GENERAL

Hnas. Provinciales y Comunidades

Muy queridas Hermanas,


Teniendo reciente la experiencia de la reunión Precapitular, en sus dos etapas, en las que pudimos buscar JUNTAS y hacer MEMORIA AGRADECIDA por tanta vida y procesos impulsados, me comunico con vosotras para anunciar oficialmente a todas las hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús que el XVIII CAPÍTULO GENERAL tendrá lugar en Tortosa, del 1 al 30 de septiembre de 2023.


Con este anuncio iniciamos un tiempo de gracia y bendición para todas, de responsabilidad y compromiso con el mundo, del que formamos parte y al que somos enviadas por Jesús. El año capitular es tiempo de agradecimiento por cada uno de los procesos vividos, y, también, de reconocimiento de nuestra fragilidad y de las nuevas invitaciones y llamadas que el Señor nos seguirá haciendo. Juntas nos adentramos en un tiempo de discernimiento que nos permite seguir siendo fieles en el siglo XXI a la herencia recibida de Enrique de Ossó, el apóstol teresiano del siglo XIX.


Tal y como os decía en mi carta anterior, el tema que será hilo conductor de conversaciones, discernimientos y encuentros a lo largo del año lo hemos formulado en la reunión Precapitular así:


“Alentadas por el espíritu, en diálogo con la realidad del mundo e invitadas por Jesús a compartir desde lo que somos y tenemos, nos sentimos llamadas a recorrer un camino de apertura y conversión hacia una nueva conciencia de nuestra identidad comunitaria.”


Creemos que es el Espíritu quien nos mueve a iniciar este camino hacia una nueva y cada vez mayor conciencia comunitaria. SOMOS CON OTROS/AS, en un diálogo permanente, a imagen de la TRINIDAD. La apertura a la alteridad, la necesidad de los otros para identificarnos y vivir, para existir, y para ser plenos, es pedagogía de Dios desde el inicio de nuestra existencia. Estamos, por gracia y por misterio, bellamente “condenados” a construirnos unos con otros, a tener la posibilidad de plenificarnos unos a los otros. No hay otro camino que el de entrelazar corresponsablemente nuestras libertades que nos ayudan a ser y nos dejan ser, como hace Dios con cada una.


Esta es la meta a la que conduce una auténtica espiritualidad: en la medida que nos adentra en la profundidad de nuestro ser, nos conduce a una nueva conciencia como humanidad de nuestra interdependencia y ecodependencia, es decir, de formar parte de todo el entramado de la vida y la creación, de donde surge el deseo de cuidarla, protegerla, aliviar el dolor, liberar de la explotación y expoliación, construir formas de vida posibles y dignas para todos/as. Este proceso dura toda la vida y no lo haremos solas.


Durante este tiempo de discernimiento nos moveremos entre la invitación a “ensanchar el espacio de nuestra tienda” -largo camino que nos lleva del Yo al NOSOTROS/AS[1], nuevos horizontes de interdependencia, colaboración y conexión, itinerancia -, y la llamada a compartir generosamente lo que somos y tenemos – nuestros “panes y peces”-, desde el abrazo de la vulnerabilidad, propia y ajena, que vamos descubriendo como oportunidad y lugar de gracia, donde Dios actúa y NOS ABRE a los otros y a El mismo, en un movimiento continuo de dar y recibir, cuidar y ser cuidados.


Tenemos la oportunidad de preguntarnos sobre el sentido de lo comunitario en la comprensión de quiénes somos y de que todo cuanto hacemos tiene una dimensión comunitaria esencial, que nos compromete. A la luz del modo de vivir Jesús esta dimensión de la propia identidad personal, nos preguntamos: ¿Qué tiene “lo común” que es distinto y mayor que “lo individual”, para bien del Evangelio?…


Dejar emerger esta nueva conciencia de nuestra identidad comunitaria puede  fundamentar y resignificar la opción por la ética del cuidado, que ha orientado nuestros proyectos comunitarios y educativos en estos años y que no dejamos atrás, sino que deseamos concretarla y profundizarla aún más. Por eso decimos que deseamos poner en el centro, con gestos concretos y transformadores, el cuidado de la vida más amenazada en todas sus formas, y nos hemos referido explícitamente a la necesidad de recobrar sentido y dignidad, a cuidar la vocación y la conexión con la Fuente, porque sentimos que la energía se nos va detrás de muchas exigencias y tareas que nos desgastan la vida en relación, comunión, interdependencia.


Gestos y opciones cotidianas como favorecer la inclusión, respetar y valorar la diversidad,  priorizar el trabajo por el bien común, por encima de ideologías y creencias que nos separan, pueden tener el poder de transformar nuestro modo de situarnos, de vivir los desafíos educativos hoy,  de intercambiar los panes y peces, o de vivir el liderazgo en la clave de sinodalidad, es decir, al servicio de potenciar los dones personales, distribuir el poder, escuchar y acoger la palabra de todas, dejar fluir la vida…Tenemos por delante la tarea de discernir y concretar acciones,  nuevos movimientos o procesos, que visibilicen en el estilo de vida y en los proyectos y propuestas educativas  de la Compañía esta llamada esencial a crecer y construir con otros/as  la comunidad humana del futuro.


Este proceso de apertura y conversión durante el año capitular pide que NOS DISPONGAMOS a vivirlo y que incluyamos tiempos de silencio, oración de unas por otras, escucha, diálogo, proximidad, confianza mutua, participación, discernimiento y una actitud de ESPERA ESPERANZADA en el poder y la actuación del Espíritu de Dios en nosotras, en la Compañía y en nuestra Familia Teresiana. Sólo Él puede realizar el milagro de que estas personas frágiles que somos, esta humilde Compañía, pueda seguir compartiendo algunos gestos transformadores en favor de la comunidad humana, uniendo su pan y sus peces con quienes buscan lo mismo.


Teresa de Jesús y Enrique de Ossó, salvadas las distancias del tiempo y las categorías que en cada momento resignifican el sentido de vivir “lo comunitario”, no cabe duda de que comprendieron la unidad inseparable entre el amor a Dios y al prójimo que identifica al cristiano y verifica el camino espiritual que nos transmitieron. En Teresa, su vida apostólica e inspiradora para muchos, alentó una vida comunitaria en la Reforma teresiana, que no es casual, donde todas se han de amar y se han de ayudar, verdaderos focos de luz en las tinieblas de su tiempo. En Enrique, esta cumbre espiritual encendió su fuego apostólico de tal manera que necesitaba multiplicar las fuerzas, y alumbra diferentes propuestas asociativas que salían al paso de la fragilidad y la soledad que pudiera sentir cualquier apóstol del siglo XIX.


Hoy se nos pide saltar al siglo XXI y discernir lo que significa y puede implicar para la Compañía abrirnos y convertirnos a una NUEVA CONCIENCIA COMUNITARIA, en el mundo de hoy, al modo de Jesús.


Un abrazo lleno de agradecimiento y mi oración continua por toda la Compañía

Asunción Codes, stj –  Coordinadora general

Roma, 19 de septiembre, 2022

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